jueves, 18 de noviembre de 2010

Un gran patriota

Francisco Martínez García era un verdadero patriota. Lejos de las connotaciones negativas que esta palabra inspira a muchos de nosotros hoy en día, podríamos decir que su patriotismo era sinónimo de amor. Amor a España y amor a la misión evangelizadora y civilizadora de pueblos con la que el espíritu y el genio hispano ha querido conquistar el mundo, sirviendo así a la Iglesia Católica.
Para los que piensen que todo esto suena a muy de derechas, sería conveniente recordar que es el mismo Jesús resucitado el que da poder de Magisterio Universal a su Iglesia:
"Id por todo el mundo y anunciad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado se salvará, pero el que no crea será condenado" Mc, 16, 15-16
Sólo desde esta perspectiva tan cristiana podemos entender algunos de sus artículos del periódico La Verdad, que a primera vista podrían resultarnos polémicos, pero que, en el fondo responden a un gran sentido común.
En septiembre del año 1921, con motivo de las diversas fiestas locales y sus diferentes advocaciones marianas en muchos pueblos de la Región de Murcia, escribía un artículo titulado La Virgen y la guerra en el que defendía su derecho a pedir a la Madre del Cielo por la pronta finalización de la guerra de África y su resolución en favor de nuestro bando. Criticando la hipocresía de algunos "buenistas":
" ... algunos elementos enemigos de la guerra, aunque no de la efusión fratricida de la sangre en las contiendas sociales, estiman poco menos que como una herejía la invocación de Nuestra Señora a propósito de las empresas bélicas, y nosotros debemos decir que, si bien la guerra es una calamidad pública y su provocación en principio es indefendible mientras por otros procedimientos puedan ser solucionadas las cuestiones internacionales, la campaña entablada en Marruecos tiene a su favor todas las circunstancias propicias para cohonestar el empeño del interés nacional en la contienda, mientras se justifica la impetración del auxilio sobrenatural en pro de nuestras armas"
D. Francisco une estos argumentos con los referidos al principio del presente artículo, respecto del deber de dar a conocer a Cristo como salvador de todos los pueblos de la Tierra:
"la lucha que contra el mismo (Marruecos) se mantiene, reviste el carácter de continuación de la guerra de la reconquista,... en que se trató... de recuperar... el patrimonio religioso e intelectual de nuestra raza"
Hemos de tener en cuenta que el ejército de Abd el-Krim quería conquistar los territorios españoles de Ceuta y Melilla, aunque su ejército fue definitivamente derrotado en 1926 por las tropas de Primo de Rivera, y él fue vendido a los españoles por algunos guerrilleros rifeños. Pero escapó entregándose a los franceses con los que también estaba en guerra. Quizá temía por su vida, él que tan sanguinario y tanto estragos había realizado a aquellos para los que un día había trabajado (antes de la guerra Abd el-Krim había estudiado becado en España y había sido funcionario del estado español).
Otra de las cuestiones que D. Francisco M.G trata en sus artículos es la del nacionalismo catalán. En el editorial de La Verdad del 5 de mayo de 1920 titulado  El separatismo barcelonés se lamenta de que algunos catalanes expresen tanto odio a España y pone como ejemplo un hecho ocurrido veinte años atrás (sobre el año 1900). Cuando una sección de la flota militar francesa al mando del Almirante Founier fue recibida en Barcelona al grito de: ¡Viva Cataluña Francesa!
"... para insultar y herir de un modo más hondo el honor y el sentimiento nacional".
Francisco no quería ver España dividida, pues como muy bien dice el evangelio todo reino dividido contra sí mismo no sobrevivirá.
Creo que todos deberíamos aprender de él a defender nuestro país con la misma valentía y con la misma claridad de ideas, puesto que también tenemos los cristianos el deber de honrar a nuestro padre y a nuestra madre. Francisco lo tuvo muy claro desde bien joven e invito a todos los lectores de este blog a leer el excelente trabajo que realizó con motivo de la velada literaria conmemorativa del primer centenario de la guerra de la Independencia que se celebró en Molina de segura en 1908. Lo tituló Los afrancesados.

 

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