jueves, 28 de octubre de 2010

Perseveró hasta el fin

"Entonces os entregarán al tormento, os matarán y todas las gentes os odiarán a causa de mi nombre.
Y se escandalizarán muchos, se traicionarán mutuamente y se odiarán unos a otros.
Surgirán muchos falsos profetas y seducirán a muchos.
Y, al desbordarse la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos.
 
Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará." (Mateo 24, 9-13)

      Las últimas horas de vida de Francisco Martínez García fueron durísimas. Todo ocurrió el 5 de agosto de 1936. A media mañana una milicia del Frente Popular comenzó a rodear la finca de la casa familiar en Tribaldos, donde la familia pasaba los veranos. Francisco intuyó el peligro y sacó de allí a su mujer y a sus hijas tras despedirse emotivamente. Ellas no le volverían a ver vivo nunca más. Encerrado por los milicianos junto con otros dos familiares y una de sus criadas en la Iglesia Parroquial de Tribaldos, recibieron insultos, blasfemias, les destrozaron objetos religiosos y les amenazaron con quemar el Templo con ellos dentro. Francisco y los que estaban se temían lo peor, aunque a él no le pillara por sorpresa todo aquello, pues tan sólo 9 días antes y quizá, inspirado por instinto sobrenatural, redactó un testamento ológrafo, en el que con toda humildad confirmaba su Amor por la Santa Iglesia Católica, por cuyo rito debía ser su funeral y pedía perdón a cuantos hubiese podido ofender durante su vida con especial atención a su familia. Expresaba también su deseo de ser enterrado con el hábito de fraile, por estar ligado desde joven con la Orden de San Francisco de Asís.

      Durante las largas horas que estuvieron retenidos por los milicianos en el interior de la Iglesia, Francisco sufrió un verdadero calvario, no sólo por su propia vida que encomendó totalmente al Señor sino por su familia, comenzando por su mujer y sus hijas. ¿Qué es lo que pasaría con sus hijas? ¿Iban a quedarse huérfanas tan pequeñitas? ¿Y su pobre mujer que estaba enferma sin el sustento para mantener a las niñas? La mayor tenía sólo 16 años, ¿no iba a poder protegerlas a todas de aquellos desalmados? Francisco ya intuiría entonces la tortura a la que fueron sometidas su mujer e hijas cuando los milicianos hicieron más de catorce registros en la casa después de asesinarlo. ¿Y si estallaba una guerra?, por que también le constaban a Francisco todos los disturbios que estaban aconteciendo en España y que presagiaban lo peor. ¿Ahora iba a quedarse su familia sin él? ¿Cuándo más lo necesitaban? Pero no sólo su mujer y sus hijas también estaba su anciana madre, ¿cómo se tomaría ella semejante crueldad, con lo que ella lo quería? La impotencia de Francisco debió ser insoportable, dada su enorme sensibilidad hacia los que sufren, hacia los desvalidos. ¿Cuántas veces había pedido en oración por la libertad de los prisioneros de la guerra de África? A los que los marroquíes sometían a todo tipo de crueldades y torturas: “es preciso a toda costa, por horror nacional, llevar a cabo la liberación, de grado o por fuerza, con precio o sin él, que las torturas angustiosas que atenazan los corazones de tantas mujeres españolas” (El clamor popular. Los prisioneros La Verdad 10-09-1922).


    “Hay en esta consideración al vencido un destello de racionalidad que distingue la guerra de las luchas entre seres inferiores, estimuladas por el instinto y desprovistas de toda generosa renunciación” ( Contra el derecho de gentes. El asesinato de los prisioneros  La Verdad 16-10-1921)

     O cuántos habían sido sus sufrimientos al conocer las paupérrimas condiciones de vida de las gentes la Europa Central después de la Gran Guerra. Cuando una organización feminista alemana (Vettet die Ehre) envió una carta denunciando abusos cometidos contra las mujeres en Alemania por parte de los ejércitos franceses procedentes de las colonias que ocuparon aquel país después del Tratado de Versalles, FMG opinaba de ésta que era “capaz de conmover a los corazones más insensibles” y proponía aunar esfuerzos “para acabar con el atropello inicuo de los pretendidos defensores de la justicia…del pueblo tristemente vencido” (Lamentos por el pueblo alemán, La Verdad, 1921 ) Le dolía sobre todo que algunas de aquellas mujeres violadas se hubiesen suicidado después o incluso hubiesen sido asesinadas.

     Su Amor por los demás le llevaba incluso a alegrarse cuando se hicieron reformas en la cárcel de Murcia para mejorar las condiciones de vida de los presos (De la vida mísera. La cárcel de Murcia. La verdad 16-02-1922) Y a apoyar las propuestas de crear unos tribunales especiales para los delicuentes menores, que no existían por aquel entonces en Murcia (por la infancia abandonada. Tribunales para niños. La Verdad 11-04-1922)
     Sus verdugos, los del Frente Popular, los que lo asesinaron junto con sus dos familiares, no conocían  todo lo que Francisco Martínez García había escrito y hecho por los más desfavorecidos, ni siquiera le habían visto nunca antes, solo tenían el encargo de matarlo, por un odio ciego hacia la fe que procesaba. Pero después de su angustiosa oración, Francisco recuperó la serenidad en el Señor, “se acercó a tranquilizar a sus compañeros de prisión y, con palabras impregnada en amor a Cristo, los invitó a esperar con fe en la misericordia de Dios y a disponer sus almas para el encuentro con El, volviendo de nuevo a su oración” (FMG, Cristiano y Mártir de Cristo, pág. 75) 

     Francisco se abandonó a la Divina Voluntad, encomendando todas las demás preocupaciones, que eran muchas y terribles, a su Infinita Misericordia. Perseveró hasta el final y todos nosotros, los que ahora podemos conocer estos hechos debemos alegrarnos porque nuestro hermano entregó su vida por Amor a Cristo y triunfó sobre las fuerzas del mal en Cristo Señor Nuestro.

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