miércoles, 15 de septiembre de 2010

La verdad ante todo

      Comenzamos las entradas a este blog hablando de uno de los hijos más ilustres de la historia contemporanea de Molina de Segura, Don Francisco Martínez García. Nacido en 1889 en una casa cerca de la Iglesia de La Asunción, sexto de una familia de once hermanos, de los que sólo ocho alcanzaron la mayoría de edad. Los que conocían a esta familia decían de ellos que eran personas bondadosas, honradas, trabajadoras y austeros, y Francisco destacaba desde su más tierna infancia por su "bondad extraordinaria" y por su "clarísima inteligencia", según testimonio de su madre. Y nos podemos fiar sobradamente de este testimonio puesto que aún se conservan magníficos trabajos realizados por Francisco durante su etapa como bachiller en los que aborda y propone soluciones a diversas problemáticas sociales de la época con una rigurosidad y madurez que tendrían difícil comparación con cualquier otro estudiante de bachiller de hoy en día. Francisco llegaría a ser antes de ser asesinado a los 46 años de edad: Alcalde de la ciudad de Murcia, director del diario La Verdad, abogado de prestigio, catedrático de diversos institutos y padre modelo de una gran prole, como tendremos ocasión de ver en futuras entradas a lo largo de este blog.

     Una de las cosas que quiero destacar de su persona es su fidelidad a La Verdad Absoluta hasta la muerte . No estaba dispuesto a traicionala por nada del mundo ni siquiera por salvarse de ser asesinado. Era un hombre con las ideas claras. Ni por influencias, ni por presiones, ni por posición social, ni por conveniencias familiares, ni por ahorrarse decepciones en su trabajo, ni por dinero, ni por salud, ni por desesperación. Nada estaba por encima sus principios morales y de su fidelidad a la Verdad y a la Justicia. Una vez durante una de las clases de historia en la Universidad, uno de sus profesores Miguel Morayta, alto representante de de la masonería española negó descaradamente la existencia de Dios y del Alma. Francisco puesto pié le espetó:
"-Señor Morayta, aquí venimos a aprender historia y no religión; además lo que usted ha afirmado no es cierto."
Al profesor quedó mudo y sorprendido ante la rotundidad del sentido común de Francisco. Y le contestó como contesta la gente a la que no le interesa lo más mínimo la Verdad, sino sólo satisfacer su orgullo, insultando a Francisco:
"-Ya decía yo que usted tiene cara de haber estudiado con los frailes."
Ante esta descalificación pública, Francisco sereno no pierde la oportunidad de recrearse nuevamente en la Verdad de las cosas sin importarle lo más mínimo las alusiones a su persona:
"- ¿A qué negarlo? si lo tengo a mucha honra." (Una vida... p. 32)

     Esta profunda honradez intelectual le trajo no pocos problemas en determinados estamentos anticlericales de la época. Un ejemplo de esto es la vez que opositó a la Cátedra de Psicología, Lógica, Ética y rudimentos del Derecho del Instituto de Cartagena. Después de estar meses estudiando pesadamente para prepararse los exámenes (todos losque os hayáis preparado oposiciones alguna vez sabéis lo duro que resulta) y después de acabarlos, uno de los miembros del tribunal ligado a la masonería le dijo con insolencia:
"-Desengáñese Sr. Martínez, mientras no se haga de los nuestros jamás será catedrático.
- Pues no lo seré nunca - respondió nuestro venerable vecino." (Una vida..., p. 40)

     Los cristianos debemos aprender de Francisco esta enorme virtud de ser fieles por encima de nuestros intereses personales a la Verdad de las cosas, y si, en algún determinado momento, no sabemos cual es la Verdad, debemos ser fieles y diligentes a la averiguación de esta Verdad Objetiva. AMÉN

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